La presentación de la nueva “U” se opacó por un apagón en el Monumental que obligó a suspender el partido ante Independiente Santa Fe


Nunca sabré hasta que punto hubiese llegado esa noche más negra, porque hoy tengo una tristeza infinita. Impotencia, vergûenza ajena, pena, dolor, frustación.
Ese ser y no ser que sacude el pecho y te enerva el alma. Porque era ¡NUESTRA PRESENTACIÓN!, un partido ¡INTERNACIONAL!, en ¡NUESTRO ESTADIO! y donde por culpa de unos incapaces -los directos y los dirigenciales- Universitario sea anoche el protagonista de un ¡RIDICULO MONUMENTAL!
A las siete con siete minutos, cabalísticamente, llegó el primer anuncio que se venía la noche. Durante el partido premilinar entre los masters de la Garcilaso y los artistas y ex jugadores cremas, ocurrió un apagón atenuado por el fervor de la Trinchera Norte y la emoción de la tribuna. Mientras, en el intestino del Monumental, de los cuatro generadores eléctricos Leyland de 800 KW que proveen de energía al estadio, sólo funcionaban tres, de los cuales dos se fundieron ayer y sólo quedó uno que terminó por colapsar.
La noche crema comenzó con Raúl Fernández a la cabeza. Se ganó los calurosos aplausos del respetable, le siguieron Paco Bazán, Llontop, Balta, la ovación para Galván, que le continuó Galliquio y siguieron otros hasta que apareció Nolberto Solano, la figura máxima del Monumental, que paradójicamente desató la euforia colectiva pero tuvo el desatino, llamémosle benévolamente, la precaución de autoexcluirse aduciendo una lesión al muslo derecho y luego, una fatiga muscular.
Tres minutos con reloj, el balón rodó de nuevo ante el desconcierto de la gente, los jugadores merengues y los visitantes que observaron con estupor, con apenas la luz de un candelabro, el juez Héctor Pacheco indicaba la reanudación del lamentable espectáculo.
Minuto dieciocho y apagón otra vez. ¡AY, PAPÁ, ESTO ES UN CHISTE!, exclamó el Bolillo Gómez. A un costado del campo, Agustín Julio, el Negro Galván, el juez Pacheco, el jefe de equipo merengue William Romero, el gerente Cardenal, Fernando Ardila y el comisario de la ADFP, Enrique De la Rosa, por unos segundo debatieron lo imposible y dijeron ¡NO VA MÁS!, a cincuenta mil espectadores que putearon una estafa, que entre penumbras vieron -valga la perogrullada- la mirada perdida del Cabezón Reynoso, impotente, avergonzado, indefenso porque se le vino la noche y no por culpa suya, ni tampoco de sus jugadores. APAGO LA LUZ.

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